Chico y Rita: Trueba y Mariscal

No podía dejar de ir a verla. Me gusta Fernando Trueba, me gusta Javier Mariscal, me gusta el jazz, el son cubano, Charlie Parker y Nat King Cole. Me hubiera encantado conocer La Habana de la orquesta Tropicana y el Nueva York de los clubs de jazz. Así que si estaban todos estos ingredientes no podia dejar de ir, y acerté.

Chico y Rita es una historia de amor. De dos personas. De dos tipos de música. De dos ciudades. Una historia dibujada y hecha melodía gracias al trabajo de Bebo Valdés a quien se le hace un homenaje en la película.
Por cierto, esa es otra de las razones de ir a ver Chico y Rita. He tenido el enorme placer de entrevistar a Bebo, tal vez una de las veces que mi trabajo se ha vuelto todo un privilegio. El privilegio de poder hablar de tú a tú y sin nadie más ( el cámara of course, Pepa también tuvo ese privilegio) en el salón de un hotel con uno de los grandes de la música del siglo XX.

Bueno a lo que íbamos , a la peli, se trata de una historia que nos cuenta la relación entre un pianista y una cantante en la Cuba de finales de los 40. Más bien las idas y venidas de esa relación.
Pero la historia tal vez se queda en segundo plano, porque lo que estamos viendo en pantalla se lo come. Es la puesta de largo, nunca mejor dicho, de Javier Mariscal, es decir su primer largometraje ( yo era fan de sus dibujos de los Garriris) y da la casualidad que también es la primera vez para Fernando Trueba, en cuanto que es su primer trabajo de animación. Lo pueden hacer mejor, está claro (la peli tiene sus fallos ) pero han puesto todo su empeño y la verdad es que es una delicia.

Es una de esas películas de total creación, de total explosión artística. Es bonita en el amplio sentido de la palabra bonita. Los dibujos de Mariscal dibujando el universo plástico de la Cuba de los 50, y el bolero, el mambo, el jazz, Tito Puente, Dilly Gillespie, ofreciendonos una fusión que cambio la música de la época.