09 diciembre 2010

Crónica de un viaje a Suecia

Esto de viajar tiene mucho de aprendizaje. Evidentemente es la mejor escuela de la vida. Así que me he ido unos días a estudiar a los suecos. Una especie evolutivamente inmejorable. Altos, guapos y ordenadamente modernos. Todos hablan inglés aunque no encuentres ni un solo cartel en otra lengua que no sea la suya. Hay como una especie de proteccionismo del idioma que para los turistas representa un pequeño inconveniente. Pero bueno, tardas poco en comprender que por ejemplo salida es UTGANG, cuando en el resto del mundo es EXIT.
A parte del idioma, para ser cortés sólo tienes que aprender a decir taxomiket (gracias en sueco) hay toda una serie de manías particularmente atractivas en los suecos: su afición por hacer colas en los cajeros automáticos, su predilección por el pepino, y su necesaria afición por los sombreros ( en invierno el calor se les va por la testa y toooodo el mundo, y digo, todo, va con gorro. Imprescindible). Otra manía es el omnipresente diseño sueco. Todo es tipo Ikea, pero de verdad. Las tiendas son una pasada, con un montón de aparatejos de singulares y atractivos diseños para hacer las cosas más insospechadas o más rutinarias.
Estocolmo es una ciudad preciosa, me dicen que en verano es especial, pero os aseguro que a pesar del frio que he pasado ( entre -6 y -12 grados) la nieve pinta una imagen idílica. Además esta es la mejor época para verla como un cuento. Los suecos celebran los domingos de Adviento y yo he coincidido allí con la celebración del último, cuando detrás de cada ventana colocan los candelabros, parecidos a la Menorà judía, con las lucecitas, una por cada domingo. Todas las ventanas de la ciudad con el candelabro y una gran estrella blanca de papel colgando. Ya os digo, de cuento.
Tampoco he podido dejar de ver en este viaje la conexión Estocolmo- Stieg Larsson. He visto algunas Lisbet Salander con sus mismas pintas, también he visto la que podía ser su casa ,según el libro de Stieg Larsson, e incluso la granja donde la enterraron viva. Muchas cosas del paisaje me recordaron las aventuras de la Salander. Por cierto en Estocolomo la oficina de turismo ofrece la ruta Millenium por los barrios de Slussen y Mosebacke.
Lo que es una pasada es la arquitectura. Te pasarías el día viendo las fachadas de los edificios. Hay mucho estilo fundamentalista sueco, muchas casas antiguas de madera, edificios históricos preciosos, y modernos diseños como la Kultur huset. Tampoco hay que perderse el ayuntamiento donde se celebran la entrega del los premio Nobel, y visitar el cementerio del bosque o Skogskyrkogarden, es Patrimonio de la Humanidad, cien hectáreas de pinos que esconden centenares de lápidas a sus pies. Un lugar de una belleza especial. La zona más antigua la encontramos en Gamla Stan, repleto de importantes edificios históricos, pero también de encantadoras callecitas.
Stockholm es la capital escandinava y su propio nombre significa 14 islas. Por eso todo el rato están rodeados de agua. Esta construida sobre el Báltico y el lago Mälaren, y ahora mismo muchos canales aparecen helados. Un paisaje para quedarte sin respiración…de puro frio.

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