15 noviembre 2010

Tenemos que hablar de Kevin


Si no recuerdo mal hace más de un año que me recomendaron este libro, pero como me dijeron que era duro preferí dejarlo para un momento más dulce emocionalmente hablando. No me apetecia sufrir con la lectura. Así que ese momento llegó y ahora mismito lo he acabado de leer.

Me ha impresionado la fuerza de la historia, y evidentemente de su protagonista, Kevin Khatchadourian. Al leerlo he vuelto a tener esa sensación de placer que genera la literatura, esa sensación de desconectar del mundo porqué estás dentro totalmente de otra historia, ese gustito de volver a casa y tirarte en el sofa sabiendo que los capítulos suspendidos la noche anterior te están esperando.

La historia está contada por Eva una mujer de clase media, autora y editora de guías de viajes. Casada desde hace años con un fotógrafo publicitario decide, ya cerca de los 40, tener un hijo. Una decisión largamente pospuesta. Y ese hijo es Kevin, quien a los 16 años dedice cometer una masacre en un instituto estadounidense. Mientras su hijo cumple condena, ella, por medio de esas cartas dirigidas a su marido, repasa su vida, su matrimonio y sobre todo su papel como madre de un niño que acabó convertido en asesino adolescente, tratando de comprender lo que ocurrió y cuál fue su papel en lo que hizo Kevin.

La escritora norteamericana afincada en Londres no cae en el recurso fàcil de hacer un análisis del problema norteamericano de las matanzas tipo Columbine, o del fàcil acceso a las armas por ejemplo. Tiene el acierto de hablar de Kevin no intentando comprenderlo o castigarlo, sino que lo hace desde su papel como madre.

Y lo hace desde una posición politicamente incorrecta, reconoce que la maternidad no es el fin único de la mujer y que ser madre no siempre significa ser feliz. Pero parece que esto es algo que no estamos dispuestos a asumir . A veces los humanos tenemos dificultad para amar y eso no hay que esconderlo ni castigarse por ello. También plantea esa incognita universal de si uno nace o se hace malo.

Lionel Shriver consige mantener la tensión durante toda la novela y ya casi al final tiene un buen golpe de efecto. Además ha sabido crear a Kevin Khatchadourian, uno de esos personajes inquietantes, reconocible hasta el punto de que puedes llegar a "verlo", un adolescente sociopata de diccionario, que incluso en la novela lucha por quitarle el protagonismo a la verdadera protagonista.

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