12 octubre 2010

Amador, lo último de León de Aranoa


Fernando León de Aranoa es un buen ejemplo de la cosecha del 68, como una servidora. Yo le conocí gracias a un cortometraje que me pareció una delicia llamado Sirenas, figura alegórica a la que por cierto vuelve en este, su quinto largometraje. Evidentemente es mejor que os diga que este es el director de películas tan cautivadoras como la premiada Los lunes al sol (2002),la sorprendente ópera prima Familia (1996), Princesas (2005), o Barrio (1998).

Ahora estrena Amador, una reflexión sobre la supervivencia, una lección sobre la vida misma, con sus obstáculos y sus bendiciones. Una película honda pero con humor, una película aleccionadora sin apenas discursos.

Este tío es muy bueno contando la realidad a través de historias personales que le salen bordadas, personajes que te comprarías, y para eso detrás tiene todo un trabajo magnifico de casting. En Amador buena parte del peso cae en Marcela, la actriz peruana Magaly Solier, descubierta por Claudia Llosa (si, sobrina del Nóbel) y todo un hallazgo que disfruté en Madeinusa y La teta asustada. Una actriz de las llamadas contenidas, las que hablan simplemente con un movimiento de ojos. Pero no está sola, comparte película con un estupendo Celso Bugallo (goya como actor de reparto en Mar Adentro) y una actriz Fanny de Castro, habitual de los repartos de muchas cintas españolas en los últimos diez años. Realismo en estado puro en los diálogos entre Marcela y la puta, y Marcela y Amador.
Yo que soy muy maniática con la primera secuencia de una película (es la que me va a decir si vale la pena quedarme sentada en el sillón) he de decir que en Amador esta secuencia te engancha.

Pero vamos a la sinopsis: esta película es la historia de Marcela, una inmigrante que pasa por un momento crítico en su vida, lejos de su país, sin dinero ni trabajo y tan sola como mal acompañada. Consigue dinero y trabajo cuidando a un anciano inmovilizado en una cama, Amador (Celso Bugallo), aparcado por su familia en un piso en plena canícula madrileña. Un piso donde conviven la vida y la muerte. Aficionado a montar puzzles, dice que a todo el mundo nos dan unas piezas y hay que saber ir colocándolas, Marcela, ni sabe encajarlas ni tiene un plan. Solo saber que existe el derecho a un lugar en el mundo. Y Amador va a darle el suyo.
Un gustazo.

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