03 enero 2010

Cenar en la oscuridad

(publicado en El País, 2 de enero 2010)

Prohibido comer con los ojos
Llega a España la moda de los restaurantes donde se come en total oscuridad y atienden camareros invidentes

ROBERTA BOSCO - Barcelona

La necesidad de experimentar nuevas emociones y el afán de descubrimiento no están reñidos con la conciencia social y la sensibilidad hacia las discapacidades. Quizás sea por ello que la moda de los restaurantes a oscuras se expande por Europa como una mancha de aceite. En Nochevieja se inauguró el primer establecimiento en España. Está en Barcelona y se llama Dans le Noir (En la Oscuridad, en francés), como sus hermanos nacidos en París en 2004 y en Londres y Moscú en 2006. La idea es, ante todo, experimentar la negrura sin fin de los invidentes, pero también estimular y exaltar el tacto, el olfato y el oído, sentidos que en la vida cotidiana se utilizan muy poco en comparación con la vista.

En los restaurantes a oscuras, los camareros, todos invidentes, se convierten en los ojos de los que normalmente ven. Así, en un diametral intercambio de papeles, los clientes dependen de ellos no sólo para conseguir sus pedidos, sino también para las necesidades básicas como encontrar la silla o ir al baño. Tras entrar en lo desconocido con la mano en el hombro de quien va delante, hay que superar el amago de angustia que provoca la sensación, completamente inédita, de la oscuridad completa, sin resquicios ni esperanza. Hay quien se sale, incapaz de enfrentarse al sutil pánico que provoca la pérdida de control sobre el entorno, pero la mayoría, entre bromas y gritos -en la oscuridad la gente habla a voces- empieza a relajarse y se dispone a disfrutar de una cena sin ideas visuales preconcebidas. Es mejor cerrar los ojos y dejarse llevar, porque intentar lacerar la negrura resulta inútil, frustrante y también algo inquietante.

En Barcelona, las reglas no admiten trampas. Toda fuente de luz, incluidos móviles y relojes, se debe dejar en una taquilla, y no hay forma de saber previamente lo que se va a comer. Sólo a la salida, con la ayuda de unas fotografías, se puede comprobar si nuestro paladar ha sabido identificar los platos o nos ha engañado. Las mesas colectivas, el vino afrutado y la actitud abierta y disponible de los comensales favorecen una rápida socialización y contribuyen a crear situaciones imprevisibles. Sin embargo, la experiencia no es apta para quien no ama el contacto físico, ya que el tacto es el sentido estrella de la noche.

Todo empezó cuando, tras el éxito de la exposición a oscuras Dialog im dunkeln (Diálogos en la oscuridad), que se celebró en el Museum of Design de Zúrich en 1998, sus organizadores, reunidos en la Blind-Liecht Foundation, decidieron aplicar la fórmula a un restaurante. Se inauguró así, en septiembre de 1999, el Blindekuh de Zúrich, seguido por el Unsicht-Bar de Colonia y Hamburgo, el Nocti Vagus de Berlín, el Blindekuh de Basilea y los restaurantes Dans le Noir de París, Londres, Moscú. Ahora le ha tocado a Barcelona y pronto habrá franquicias en Nueva York, Bangkok y Varsovia. Así que, mientras los invidentes siguen esperando que los restaurantes se doten de cartas en braille -una iniciativa que se ha puesto en marcha en algunas regiones de Italia-, los demás intentan experimentar, con espíritu goliardo, afán de novedad o sensibilización, su realidad cotidiana.

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